El robo de los candelabros fue captado por las cámaras de seguridad del templo ubicado en Rondeau 551. Lo identificaron por el perro, su compañero fiel.
Por B.V.
A menudo las religiones se antojan cuestionables pero, a favor de quienes profesan la fe, hay ciertos lineamientos que no admiten interpretaciones. El decimoquinto mandamiento, por caso, es una de esas expresiones claras: “No robarás”. “Y menos en la Iglesia”, debiera agregársele para razonamiento lógico de todo buen ciudadano y feligrés.
De todas maneras, hay y habría igualmente excepciones. Lo demuestra el insólito robo captado ayer por las cámaras de seguridad del templo “La Sagrada Familia”, escenario de acción de un ladrón -y pecador- que acabaría detenido horas después.
De 47 años, y a priori necesitado de la asistencia y la caridad de los solidarios miembros de la comunidad católica, el hombre solía concurrir al santuario ubicado en Rondeau 551. Lo inesperado era que, ante el menor descuido, se robara dos candelabros que pertenecieron nada más y nada menos que al sacerdote Don Orione.
El hecho ocurrió cerca del mediodía de ayer, cuando el ladrón ingresó a la iglesia junto a un perro y, además de aprovechar la ausencia de testigos para sustraer los elementos mencionados -que se consideran como reliquias en el obispado de Mar del Plata-, defecó en los pasillos y luego escapó.
El faltante de los candelabros de bronce que utilizó, allá por 1937, el creador de la congregación de la “pequeña obra de la Divina Providencia”, fue notado rápidamente. Una catequista de 34 años denunció el hecho en la comisaría tercera y al analizar las imágenes tomadas por las cámaras de seguridad, se descubrió que un hombre se los había robado del altar.
Personal policial de la comisaría tercera comenzó entonces un rastrillaje por la zona hasta que avistó al ladrón que aparecía en los videos. Estaba cerca, en el cruce de Triunvirato e Irala, y lo identificaron porque a su lado se hallaba el mismo perro. Los uniformados lo detuvieron y entre sus pertenencias encontraron los objetos sustraídos, que fueron devueltos a la iglesia.
Por el hecho se inició una causa penal caratulada “Hurto”, a cargo del fiscal Juan Pablo Lódola, pero como la pena que prevé la ley argentina para ese tipo de delitos es baja, el imputado recuperó rápidamente su libertad. De su consciencia deberá encargarse ahora la Justicia Divina.